domingo, 30 de octubre de 2011

Mi niña, mi guía, mi sol, mi horizonte, mi madre, el verdadero amor de mi vida: mi hermana
Han dicho que hay dos manchas en su pulmón, no saben que son, sólo qué, pueden ser.


No me puedes hacer esto.
Te lo prohibo.
A ti, a ese que dicen que nos mira.


Llevo 20 años fumando. Ella nunca, jamás se hizo daño ni a los demás ni a ella, pregunta a las moscas, al viento, a todos los que siquiera una sóla vez la rozaron por las calles. Y la verdad, tu lo sabes, dentro me quedan cosas, quisiera quizás, haber viajado más, haber leído más, haber amado más habiéndo a quien amar, del todo; pero hace años que camino en laberintos y no me importa, no disfruto tanto del sol como ella, ni del agua que parece un pez, que la adora, porque dentro no se cansa, dice. No me importan ya los inviernos, ni los otoños, ni el resto, te lo puedes quedar todo, para ti, yo sin ella no lo quiero.
Nada existiría.

De hecho, todo se está empezando ya a borrar lentamente de mis ojos.


Si me haces eso, si me lo hicieras, lo sabes, yo no podría seguir, no tendrían el más mínimo interés para mi ninguna madrugada por mucho que te esforzaras, ni ninguna puesta de sol, ni ningún verde de hoja. Todo se volvería gris en el mismo instante en el que tu lo pintaras de miles de colores.
No lo quiero.
O yo o nadie, pero ella no.
Te lo prohibo.


No sé cuando volveré. Cuidaros.

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